EMBRIÁGATE
Es preciso estar siempre ebrio.
Todo consiste en eso: es la única cuestión.
Para no sentir la horrible carga del tiempo,
que aplasta tus hombros y te inclina hacia la tierra,
es preciso que te embriagues sin tregua.
Pero ¿de qué?
De vino, de poesía o de virtud, de lo que te plazca.
Pero embriágate.
Y si alguna vez en los escalones de un palacio,
sobre la hierba verde de un foso,
en la soledad lúgubre de tu cuarto, te despiertas,
la embriaguez ya disminuida o ya desaparecida,
pregunta al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj,
a todo lo que huye, a todo lo que gime,
a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla,
pregúntales que hora es,
y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj,
te responderán:
¡Es hora de embriagarse!
Para no ser esclavos martirizados del tiempo,
embriágate ¡embriágate sin cesar!
De vino, de poesía, o de virtud, de lo que te plazca
Baudelaire
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