EL AMOR ETERNO
Deja caer las rosas y los días una vez más, segura de mi huerto. Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto, mejor perfuman cuando son tardías.
Al deshojarse en tus melancolías, cuando parezca más desnudo y yerto, ha de guardarse bajo su oro muerto las violetas más nobles y sombrías.
No temas al otoño, si ha venido. Aunque caiga la flor, queda la rama. La rama queda para hacer el nido.
Y como ahora al florecer se inflama, leño seco, a tus plantas encendido, ardiente rosas te echarán en su llama.
LEOPOLDO LUGONES
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