Desde mi punto de vista, las dos dimensiones principales de la vida son estas:
- Interioridad: trabajo personal de mejora, conocimiento de uno mismo, unidad con la naturaleza esencial, espiritualidad…
- Compromiso: ofrecer ayuda a los demás, disponibilidad, atención, aliviar el sufrimiento, vivir en comunidad…
Todas las tradiciones espirituales han definido estas dos dimensiones de diversas maneras:
El cristianismo habla de amor a Dios y amor al prójimo.
El budismo habla de sabiduría y compasión.
El sufismo habla de recuerdo permanente de Allah y camino del amor.
El taoísmo habla de armonía con el tao y entrega a los demás.
Son diferentes expresiones para referirse a una misma experiencia.
La primera dimensión es como la noche: retirarse, descansar, dormir, soñar…
y la segunda como el día: levantarse, salir, trabajar, amar…
La primera es como el otoño-invierno: perder hojas, soltar, centrarse en el interior, regresar a las raíces…
y la segunda como la primavera-verano: brotar, reverdecer, explosionar, crecer, dar calor…
La primera es como el movimiento centrípeto: dirigido al centro, atraer hacia sí, recogerse…
y la segunda es como el centrífugo: salir de su centro, verterse en el exterior, desparramarse hacia fuera…
La primera es como el cielo: elevarse, ampliar la conciencia, sentir la claridad…
y la segunda como la tierra: moverse hacia abajo, asentarse, hundirse en el barro…
Como el silencio y la palabra, la inspiración y la expiración, la quietud y el movimiento, la soledad y la compañía…
Este movimiento dinámico de la vida es la salsa de la existencia, el juego de la divinidad.
Ambas dimensiones son necesarias, al igual que se precisan dos alas para volar.
El equilibrio y cuidado de estas dos facetas facilita el sentido de nuestra vida.
Aunque parecen distintas y antagónicas, en realidad forman un solo cuerpo, una unidad en la danza del universo.
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