Al disponer de un presupuesto limitado, se impone la necesidad de asignar los recursos con criterio y eficiencia. Supongamos, por ejemplo, que puedes hacer un upgrade de calidad, sabor y nutrición a tu compra semanal partiendo únicamente de siete alimentos. ¿Cuáles conviene elegir en su variante orgánica y por qué? La mejor decisión en términos de costo-beneficio sería reservar esos bonus para los siguientes productos:
Papas. Diversos estudios han demostrado que las papas de cultivo tradicional se encuentran entre los vegetales con mayores niveles de pesticidas.
Manzanas. Frente a una manzana no orgánica, se plantea un dilema: comer su cáscara, fuente de componentes que ayudan a prevenir distintas enfermedades, o pelarla para descartar así la superficie donde se acumulan los pesticidas. La opción agroecológica resuelve esta disyuntiva.
Fresas. El brillo intenso de muchas fresas convencionales —lejos de ser natural— deriva de la aplicación de un poderoso fungicida altamente contaminante.
Espinaca y col rizada. Aportan muchos nutrientes y pocas calorías. Sin embargo, la agricultura intensiva suele rociarlas con más de 20 tipos de pesticidas antes de su cosecha.
Duraznos. Están entre las frutas de árbol más susceptibles a presentar residuos tóxicos.
Carne. En los últimos tiempos, se ha vuelto difícil conseguir cortes que provengan de animales criados a cielo abierto, alimentados a pasto y no encerrados en corrales de engorde (donde se los carga de hormonas y antibióticos y se les proporciona una dieta ajena a su naturaleza). Sin embargo, vale la pena hacer el esfuerzo para encontrarlos.
Leche. Los lácteos orgánicos siguen una lógica similar a la de la carne y están libres de la cuestionada hormona de crecimiento bovino rBGH. Además, estos emprendimientos promueven un trato ético y compasivo hacia los animales, en contraposición a la crueldad de los feedlots o tambos industriales.
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