Si te asaltó el otoño en alta mar y, lejos del abrigo del puerto y sus buhíos, amenaza zozobra tu velero, aférrate al timón, endereza tu rumbo hacia otras radas y dispón lo preciso para resistir el invierno.
No intentes regresar: en el océano sólo el abismo emerge a estas alturas y se embriagan de noche los ponientes.
Tras la popa, el origen será sólo un recuerdo, la añoranza de aquel paraíso que siempre se pierde, pues no es otro el destino de la felicidad.
Acepta, en fin, la ofrenda de las gentes sencillas del fiordo: No podrán reparar la vía de agua ni allegar provisiones a la despensa; te cuidarán, no obstante, y sus muchachas calentarán tu lecho.
Mira a tu alrededor: la primavera no volverá a posarse en tu jardín.
DOMINGO FAILDE
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