...Y aquella mariposa soñó con ser mujer,
para asi poder tocar a aquel hombre que ella amaba en secreto.
El era un hombre bondadoso, enamorado de la belleza de las cosas diarias.
Todos los días, la mariposa visitaba su pequeño jardín; que él cuidaba con amor
y con esmero, y revoloteaba feliz entre
las flores, viendo de lejos a su amado,
pues nunca se había atrevido a acercarse.
¿Sería esa la felicidad?,
se preguntaba la mariposa...
Cuánto daría ella por robar un beso
de sus labios...
Y así pasaron muchos días con sus noches hasta que un día, ella, la bella mariposa que creyó ser mujer decidió volar un poco más cerca pues ya no se conformaba con ver de lejos a su amado; olvidando así sus propios límites...
Voló ella pues, confiada de su belleza al lado de su amante. Batió sus alas con fuerza, desplegando así todo su encanto.
Entonces él, amante de las cosas bellas la vió...
Bella, atrevida, hermosa hasta doler;
y quedó maravillado...
Extendió su mano, en un alarde de querer tocarla y ella confiada se posó.
Hombre y mariposa llegaron a mirarse por un instante, entonces él, que amaba las cosas bellas quiso poseerla para sí; hechizado ante su encanto...
Y ella, enamorada, no pudo escapar.
El inmortalizó su belleza, para así admirarla todos los días, llegando con el tiempo a amarla.
Ella mariposa dormida olvidó una regla importante y es que:
Nunca una mariposa pudo volar
cerca del sol sin quemarse...