A veces no sé qué será, o que no escuchamos su palabra o que, escuchándola, no buscamos la manera de seguirla. Dos de las tristes realidades de nuestro cristianismo hoy son, por un lado, la falta de gusto por la oración y por la meditación de la palabra de Dios; esto nos lleva a no escuchar la voz del Pastor; por otro lado, el mundo hedonista y pragmático, que nos invita a vivir de acuerdo a nuestros propios intereses.