Qué dulce, si lloviera de repente... No sé por qué, porque tú estás lejana, pero en la soledad de esta mañana hay algo de tu amor que no está ausente.
Y yo sonrío, extraño adolescente de ojos cansados y cabeza cana, yo, que aún puedo asomarme a la ventana y ver la luna que no ve la gente...
Ah, sí, qué dulcemente llovería con ese sol, para olvidar un poco mi prematura gran pasión tardía...
Y yo cierro los párpados huraños pensando en ti, yo, extravagante y loco adolescente de cuarenta años.
Buesa |