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Agotado por la furia, estaba en mí cantar alegría, traer al papel un paseo después de los mariscos con cerveza y el café de la Parroquia, aspirar los olores del puerto cuando cae el sol, entre las risas y los gritos de los niños en el malecón; pero vinieron las lluvias, el norte.
Y nos fuimos a México. Lo sucio del valle mordió el aroma y se perdió el deseo.
JOSE AUGUSTO SHELLEY
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