Quiero escribir del amigo, en ésta lluviosa tarde, ojala mi alma no guarde, mi sensible sentimiento. Sabe mi Dios que no miento, al expresar mi razón, y me sobra corazón, alma, cariño y aliento.
Tal vez me falte talento, para urdir mi poesía, pero tengo la alegría, de disfrutar la amistad. Se hasta que punto es verdad, la caricia y el abrazo, el umbral y hasta el ocaso, del amor y la lealtad.
Un día en mi soledad, entre suspiros y llanto, retorcido en mí quebranto, con sólo Dios de testigo. Supe el valor de un amigo, cuando se acercó a mi lado, sin hablar, casi callado, diciéndome estoy contigo.
Su presencia me dio abrigo, me alentó su compañía, logró hasta que me sonría, con mis labios apretados. No me hizo ver mis pecados, ni siquiera preguntó en silencio me abrazó, con sus ojos muy cerrados.
Nuestros amigos amados, no nos juzgan ni condenan son los que el alma nos llenan, con su dulce cercanía. Miran de noche y de día, de cerca nuestras acciones, poniendo sus corazones, con absoluta empatía.
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Autor: Eliseo León Pretell *Poeta peruano
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