VICTOR NOVELLÓNARTE16/08/2016
Cuenta la leyenda que en 1723 el conde húngaro Andrassi tuvo un capricho: encargó a un tal Carol Kowacs, zapatero de Pesth, que le tallara una pipa en un bloque de sepiolita que había traído como souvenir de Turquía. Comprobó que daba una fumada fresca y agradable. Aquella primera pipa de espuma de mar aún se conserva en el Museo Nacional de Budapest. .