Debemos reconocer todos nosotros sin excepción, que la mayoría de los dones o valores que conocemos hasta la fecha, han servido más que nada para el desarrollo científico, tecnológico y material de la humanidad, y que estos valores tradicionales nos han alejado terriblemente de los auténticos valores espirituales, por lo que este desarrollo lejos de beneficiar a todo el mundo, a servido únicamente para beneficio de unas cuantas personas que lo han aprovechado egoístamente, trayendo como consecuencia de esta actitud, el tremendo deterioro ecológico del planeta y la aflicción y pobreza de millones de personas, por lo qué, pues, queda de manifiesto, que los poderes que todos conocemos los hemos usado mal, y ese mal uso que hemos hecho de ellos lo hemos alentado y fomentado, cada vez con mayor énfasis, tanto por los aprovechados como por los afectados, éstos últimos, con la finalidad casi inconsciente de cambiar su posición de afectado a la posición de aprovechado para así aliviar su situación cualesquiera que esta sea, por lo que, por esta poderosa razón, hemos descuidado y desdeñado el conocer de nuestro espíritu adormeciendo nuestra mente para no ver, y no reconocer, y no aplicar correctamente los dones espirituales que Dios nos ofrece a través de su hijo Jesucristo que son la parte fundamental en nuestro ser para aliviar nuestras dolencias físicas y mentales, y además, para detener y corregir el enorme deterioro ecológico del planeta; Así que, para que todas nuestras necesidades espirituales, afectivas y materiales sean totalmente cubiertas deberemos buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura.
Todos los descubrimientos tanto científicos como tecnológicos que el hombre ha experimentado a través del tiempo, así como las soluciones satisfactorias a problemas en las que se ha visto envuelto en muchas ocasiones, han sido concedidos y resueltos a través del mundo espiritual de Dios sin que el hombre se de realmente cuenta de ello, por lo que las ha atribuido por lo regular, a sus vastos conocimientos y capacidades para encontrar solución a cualquier problema o circunstancia, o si no, a su gran y buena estrella, o en el mejor de los casos, dándole gracias a Dios por mero formulismo tradicional.
Tengamos siempre en cuenta que todo obedece a un plan divino, a un plan perfectamente trazado por Dios, y que todo lo que el hombre logra para su beneficio o no, es con la finalidad de que abra la puerta en su alma, a través de su libre albedrío en su nivel espiritual, a la Mente de Dios, para que sea capaz de entender, que así como tiene la enorme capacidad de descubrir las cosas físicas y materiales de este mundo, así mismo, tiene la infinita capacidad de descubrir los inmensos poderes y dones del mundo espiritual que Dios tiene para él, y que a través de los cuales, se le permitirá reconocer el camino que lo regrese y lo restaure en el Reino de Dios; puesto que esos dones como la fe, el discernimiento de la Palabra de Dios, y el amor hacia sus semejantes en obediencia a Cristo Jesús, lo introducirán de lleno en el conocimiento de la esencia, sustancia y eternidad divina, que le darán en lo espiritual, toda la Sabiduría y poderes que emanan de Dios mismo, por lo que al recibir esos conocimientos, se colocará en las condiciones perfectas para que se introduzca y disfrute verdaderamente y a plenitud del Reino de Dios en este mundo, mismo que se encuentra en medio de todo aquel que en Jesucristo crea y guarde y enseñe a cumplir con fidelidad su Palabra.