Debemos de recordar que las reflexiones aquí contenidas no son de ninguna manera para inducirlo a cambiar de religión o denominación, no se confunda, de lo que se trata es de ubicarnos donde debe correspondernos como cristianos para que tratemos de alcanzar el conocimiento que nos conduzca a la verdad de nuestra existencia en el orden y propósito de Dios.
Como sabemos, el ser humano se conforma de cuerpo, alma y espíritu, pero dado a que nos encontramos inmersos físicamente en este mundo material y materialista, por lo regular nos identificamos mentalmente con nuestro cuerpo porque es la parte de nuestro ser que se encuentra total y completamente en este mundo que habitamos, y como es la parte de nuestro ser que vemos y sentimos con mayor intensidad, pensamos que todo nuestro esfuerzo realizado en las distintas áreas de nuestra vida es para darle gusto a él, por lo que, para obtener todo lo necesario para vivir bien, regular o mal de acuerdo a los niveles de educación que recibimos en la familia, en la escuela, en el trabajo, en la religión, o en el medio en que nos desenvolvemos, tenemos que aprovechar al máximo todo ese conocimiento humano positivo y negativo al que hayamos tenido acceso para poder sobresalir en este mundo netamente material. Estos pensamientos son los que nos han hecho vivir en la ignorancia casi total acerca del conocimiento básico de nuestra alma y de nuestro espíritu, lo que ha ocasionado casi desde siempre, que nos desviemos del verdadero sentido, del verdadero orden y del verdadero propósito de Dios en nosotros, por lo que, esos pensamientos materialistas aunados a la ignorancia tradicional de la conformación real de nuestro ser semejante a Dios según las Sagradas Escrituras, son los que nos limitan en gran forma para entender, que nuestro cuerpo nunca podrá responder ni corresponder en la forma debida si desconocemos el orden que Dios dispuso en nosotros a las tres personalidades de nuestro ser y darles la verdadera importancia que se merecen, es decir, tenemos que tomar consciencia de ello para que en nosotros surja ese deseo enorme, ese ímpetu que nunca debimos perder, para intentar saber y conocer acerca de nuestra alma y nuestro espíritu, ya que al vivir en la ignorancia con respecto a ellos, estamos perdiendo la oportunidad de vivir plenamente nuestras vidas con tranquilidad, con paz, con prosperidad, con salud, con gozo, con amor, con fe, en fin, con el propósito para el que fuimos creados.
Interesémonos en conocer más de ellos, para que así dejemos de desperdiciar lastimosamente nuestras vidas y este mundo material en el que vivimos y que fue diseñado y construido para nosotros, y darnos cuenta, de que ese desperdicio que hacemos de él, se debe a que al imponer nuestra voluntad por medio de nuestro libre albedrío queda abierta la puerta de la mente del conocimiento material de hombre, que, volvemos a decirlo, nos ata y nos sujeta a vivir sin límites en este mundo tradicional y materialista; y lo que esto provoca es que no aprovechemos correctamente los beneficios que nos corresponden como la creación predilecta de Dios, por no querer perder esas vendas espirituales negras y gruesas que nos mantienen sumidos en la ignorancia tradicional del correcto orden en nuestro ser que Dios nos manifiesta, es decir, no queremos aceptar que nuestro ser deberá reconstituirse en espíritu, alma, y cuerpo, en ese orden, y que debemos estar dispuestos a conocer correctamente de ellos para alcanzar el camino que nos conduzca a conocer nuestra verdad existencial.