En nuestra sabiduría humana hemos encontrado respuestas que más que contesten estas preguntas, hace que surjan otras, pues como dijimos antes, en ese afán de nuestra búsqueda de respuestas sobre lo que estamos tratando, nos convertimos casi sin sentir y casi sin darnos cuenta, en unas personas eclécticas en lo espiritual o religioso, pues vamos tomando conocimientos de aquí y de allá, incluyendo por supuesto, pasajes de la Biblia que acomodamos según nuestra forma tradicional o física o científica o religiosa de pensar, para que así vayamos normando nuestro criterio, criterio basado en ese libre albedrío que cautiva a nuestra mente, para que en forma casi automática, desechemos o nos incite a poner oídos sordos a todo o casi todo ese conocimiento que no vaya muy de acuerdo a nuestros tradicionales conocimientos, o que de plano, vaya en contra de todos ellos.
Normalmente por nuestra ignorancia acerca de lo espiritual, la mayoría de nosotros percibimos lo antes expuesto en forma tradicional y por lo mismo de la siguiente manera:
CUERPO: Como esta personalidad es la que nos cobija, pensamos que la conocemos porque activamos en forma casi mecánica nuestros cinco sentidos y los utilizamos, por lo regular, a patrones y reglas de conducta previamente establecidas por el hombre, en la sociedad, en la familia, en el trabajo, en la profesión o en la religión en este mundo tradicional y materialista y por lo mismo, alejados regularmente de la verdad espiritual.
ALMA: Por lo regular sabemos que tenemos un alma, conocimiento que no va más allá de lo que hemos escuchado, pero que en realidad desconocemos que es o en dónde se encuentra, y además desconocemos totalmente que función desempeña en nosotros; algunos lo relacionamos con nuestra mente o con Dios sin definirlo, por lo que debemos aceptar nuestra ignorancia al respecto.
ESPIRITU: Estamos en las mismas condiciones de conocimiento que en el punto anterior, es decir, algunas personas pensamos que el espíritu tiene algo que ver con Dios, pero en realidad desconocemos que es en verdad tiene que ver con él.
Como podemos darnos cuenta a través de estas reflexiones, la inmensa mayoría de los seres humanos estamos muy limitados en el conocimiento verdadero de nuestro ser.
Normalmente el hombre se encuentra inmerso casi en forma total en el mundo material que lo rodea, ya que en él encuentra los satisfactores, que en caso de poseerlos, le darán una vida estable que le harán pensar y creer que esa es la finalidad misma de la existencia, sacrificando inclusive, -por su afán de poseer estos satisfactores lógicamente materiales-, valores tan importantes como la familia, el trabajo, la sociedad, la religión, y en sobremanera, los valores espirituales. Esto sucede por la ignorancia tradicional acerca del conocimiento real de lo que es y debe hacer nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu, que como ya dijimos antes, por alguna extraña razón sabemos que existen pero en realidad no sabemos donde se encuentran ni cual es la verdadera función que les ha sido encomendada en nuestro ser, pero lo mas preocupante y lo más triste, es nuestra ignorancia con respecto a Dios, ya que a pesar de que creemos en El, lo sentimos muchas veces tan distante y tan lejano que nos impide tener alguna relación realmente auténtica, estrecha, y poderosa con El.
Lo que realmente sucede, es que el ser humano se mueve y se desarrolla en un círculo vicioso que no le permite vislumbrar de ninguna manera el enorme y variado potencial espiritual que lo rodea, ya que normalmente la información que recibe en su cerebro proviene del mundo material en el que vive y nuevamente es allí en donde lo vuelve a aplicar, y así, sucesivamente.