Y me quedé contigo
La tarde era un adiós, y tú no lo eras;
yo era llegada, tú eras acogida,
de todo yo desnudo, tú vestida
de tu gloria de senos y caderas.
Y me quedé contigo. Las palmeras
se mecían al aire; estremecida,
el agua en el embalse recogida,
era un quebrarse azul de cristaleras,
y era un silencio verde la espesura;
al interior, mi cerco a tu cintura,
anaconda estrechando los anillos.
Y luego, en explosión voluptuosa,
una riada cósmica, espumosa,
y un desmoronamiento de castillos.
Los Angeles, 9 de junio de 2007
Soneto Nº 1707