Cuando haya recibido conscientemente ese bautizo, (inmersión en agua), se situara en un lugar muy especial que lo pondrá en la frecuencia espiritual de Dios, y la escuchará claramente sin saber de dónde viene ni a dónde va, pero, cuando el hombre rinda su voluntad a la voluntad de Dios a través de guardar y enseñar a cumplir la Palabra de Jesús, no solo verá el Reino de Dios, sino que entrará y permanecerá ahí porque el Espíritu se habrá posado en él en perfecta sintonía para que lo disfrute a plenitud.
Pero no será de extrañarse de que todo aquel que no ha guardado ni enseñado a cumplir la Palabra de Jesús, crea conocer el Reino de Dios a pesar de no haber tenido una sincera conversión porque no ha sido convencido por la Palabra de Jesús para querer separar lo material de lo espiritual de una manera real. Así, que lo que verdaderamente tiene, es solo una idea del Reino de Dios, que le hace creer tener lo que sólo tiene aquel que ha sido fiel para guardar y enseñar a cumplir la Palabra de Jesús, y esto es, una comunicación estrecha, fluida y constante con Dios en su santísima Trinidad.
Por eso, como Nicodemo, el hombre que no ha sido tocado por el Espíritu preguntará:
“¿Cómo puede ser posible esto? Y Jesús responde:
Tú, que te dices creyente de mí, ¿no entiendes esto?
En verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos, pero ustedes no hacen caso de nuestro testimonio. Ahora les hablo de las cosas de la tierra, y no me creen, ¿cómo me van a creer si les hablo de las cosas del Cielo? Sin embargo nadie ha subido al Cielo, sino el que ha bajado del Cielo: el Hijo del Hombre”
Juan 3: 11 al 13
Lo que Jesús dice, es que si el hombre no cree en lo que él le participa con palabras y hechos comprensibles en este mundo, ¿cómo va a creer en lo que eso le quiere transmitir en lo espiritual para conocer las cosas de Dios?
Dejemos resurgir nuestro espíritu sin ninguna restricción para empezar a tener en nuestro ser el orden correcto de su esencia divina para vivir a plenitud nuestras vidas, es decir, dispongámonos a obedecer sus mandamientos con plena consciencia para ser sumergirnos en el Río de Agua Viva en el Nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo para compartir con Cristo su muerte en la carne y su resurrección en el Espíritu, siendo realmente lavados de toda la suciedad que nos ha acompañado durante toda la vida hasta ese preciso momento. Por lo que Jesús advierte:
"No es el que me dice ¡Señor! ¡señor! el que entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo"
Mateo. 7: 21,
¿Cuál es la voluntad del Padre?
¡Creerle y creer en su Hijo Jesucristo!