* Identificar las emociones que asociamos al hecho traumático. Los dolores pasados dejan emociones concretas: la rabia, la tristeza, la pena, la angustia, la sensación de soledad, la inseguridad, etc. Si identificamos el dolor, sabremos cómo podremos luchar contra él. Por ejemplo, las personas que actúan con rabia, lo que hacen es protegerse con ella, haciéndose más daño, prolongando los dolores y retroalimentándose. O las personas que responden a un suceso doloroso y traumático con tristeza, sin querer se regodean en la tristeza, aumentando más su malestar. Conocer la emoción que asociamos al suceso traumático, nos permitirá actuar contra esa emoción. Por ejemplo, obviándola, no re-produciéndola constantemente u optando por ensayar una emoción totalmente contraria.
* Escribir en un papel todo lo que sucedió. Ante una herida que sangra y que no cierra, escribir todo lo que sucedió en un papel, con todas las palabras, aunque sean duras y feas, es descargarse del acoso del dolor. El dolor hay que vomitarlo para que se vaya, soltarlo para que nos deje en paz, dejarlo en el papel para abandonarlo. Es conveniente no leer o releer lo que se ha escrito. Después de haber escrito todo es mejor tirar o quemar el papel.
* Perdonar y perdonarse para pasar página. Perdonar y perdonarse no es fácil, porque muchas veces no sabemos cuándo estamos listos para perdonar o perdonarnos. Pero sí que debemos tener en mente que el perdón tendrá que llegar en un momento u otro. Saberlo nos ayudará a esperarlo. No obstante, es importante no perdonar antes de tiempo. Primero habremos de sentir el dolor de las ofensas y sus emociones para liberarlo poco a poco; después, el perdón saldrá solo. El perdón es aceptar aquello que no acepté. Perdonar es perdonarme a mí mismo, y liberarme de la cadena que me ata a esa situación o a ese pasado. Como dijo Francisco de : ‘no es sabio el que sabe dónde está el tesoro, sino que es sabio aquel que trabaja para sacarlo’.