Así que mejoren sus caminos y sus obras, y atiendan a la voz del Señor su Dios, para que cambie de parecer y no les haga el mal que les ha anunciado. - Jeremías 26:13 (26:7-15)
Jeremías se jugó la vida con estas palabras de exhortación al pueblo de Dios. “Has dictado tu sentencia de muerte”, espetaron los sacerdotes, los profetas, y todo el pueblo. No les gustó que Jeremías les dijera la verdad de que estaban viviendo alejados de la voluntad divina, confiando en su propio entendimiento y en el hecho que vivían en Jerusalén. Dios estaba anunciando desolación y castigo a un pueblo que no entendía ni su ira, ni su misericordia.
“Mejoren sus caminos y sus obras, y atiendan a la voz del Señor su Dios” quiere decir: arrepiéntanse, porque el juicio ya está anunciado, y sólo falta que venga.
A Dios le interesa un corazón misericordioso que se deje guiar por su santa voluntad. Por eso es que el llamado que nos hace al arrepentimiento es constante. Y es bueno que así sea, porque lo necesitamos a diario, ya que muy fácilmente nos jactamos de nuestros logros, de nuestra sabiduría y de nuestra historia y cultura cristiana. ¿Cómo reaccionamos ante su llamado? ¿Nos enojamos con el mensajero que nos envía a llamarnos al arrepentimiento? ¿Nos molesta que nos digan que nos equivocamos, que el pecado nos domina, que nos falta consagración y amor por nuestro prójimo?
Por medio de su Palabra, Dios sigue llamándonos a que cambiemos nuestra manera de pensar y de obrar, porque quiere cambiar de parecer y no hacernos mal. Esa actitud amorosa de Dios se hizo palpable cuando sentenció a su Hijo a la pena de muerte para que nosotros pudiéramos ser declarados libres. ¡Cuánto amor, paciencia, y buena voluntad mostró Dios por nosotros en Jesús!
Gracias, querido Padre, porque nos llamas al arrepentimiento por medio de tus mensajeros, y nos perdonas en Cristo Jesús. En su nombre oramos. Amén.
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