Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan! Lucas 11:13
¿Alguna vez vio la cara de un niño a quien acaban de darle medias como regalo de cumpleaños?
Se me ocurre que así debe haber sido la cara que puso la Hermana Virginia cuando recibió la carta de béisbol. Después de todo, ¿qué va a hacer una monja con una carta de béisbol?
Peor todavía, esa carta de béisbol ni siquiera era nueva, ni era la carta de un jugador famoso que esté ganando millones de millones de dólares.
No. Esa carta era muy vieja, y llevaba el nombre de un jugador de quien ella nunca había escuchado hablar: Honus Wagner.
Para quienes no lo saben, Honus Wagner, que jugó a comienzos del 1900, fue uno de los más grandes jugadores de béisbol de todos los tiempos… y sólo existen 60 cartas como esa. Es por ello que, cuando dicha carta fue subastada en una Galería en Texas, se vendió por $262,000 dólares.
Esta historia nos recuerda que muchos de los regalos de Dios son como esa carta: menospreciados.
Por ejemplo: cuando el Hijo de Dios llegó al mundo, fue puesto en un pesebre… el lugar de donde comían los animales. Si usted lo hubiera visto allí acostado, ¿hubiera comprendido lo que iba a hacer?
El precio final de nuestra salvación lo pagó en una colina fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén. ¿Hubiera usted adivinado que esa cruel cruz era la manera en que Dios nos estaba perdonando nuestros pecados, reconciliándonos con Él, y dándonos la vida eterna?
¿Qué otros regalos le ha dado a usted el Señor envueltos en una forma muy simple? Cada uno responderá de manera diferente, pero todos deberíamos tener una respuesta.
Y esa respuesta debería motivarnos para darle gracias.
ORACIÓN: Señor todopoderoso, abre mis ojos para que pueda ver las muchas bendiciones y riquezas que tú tan generosamente me has dado, y abre mi corazón para que esté siempre agradecido por ellas. En el nombre de Jesús. Amén.
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