Los enigmas del silencio
Casi nadie puede tolerar el silencio absoluto por mucho tiempo. La ausencia de sonidos es como una especie de ayuno, una privación incómoda que en el mundo contemporáneo tiene poco lugar. Se ha extendido incluso una práctica que consiste en mantener encendido el televisor o la radio, solamente por constatar que ese rumor de fondo está ahí, velando todo posible silencio.
A veces el silencio absoluto se experimenta como una soledad monstruosa, como un abandono insoportable. Otros encuentran en el silencio únicamente una inquietud más o menos fastidiosa. Algunos más lo ven como un aliado, siempre y cuando no persista por más de un par de horas. Que suene al menos el eco del tráfico en la ciudad, o el murmullo de algo vivo en el campo. Pero que suene. El silencio evoca la muerte.
Los silencios
Es romántico el silencio entre dos enamorados que se miran a los ojos “y no necesitan hablar para entenderse”, como lo hemos oído repetir mil veces. Es relajante el silencio del que está atiborrado de ruido y por fin encuentra un oasis en esa selva acústica. Exultante el silencio que sobreviene después de la felicidad.
Hay otros silencios menos amables. Los que nos recuerdan que estamos solos de todos en general o de alguien en particular. La respuesta que no llega. Las palabras que ya nunca escucharemos de los que se fueron. El “te quiero”, “te entiendo”, “te necesito”, “te respeto”, “te admiro” que nunca nos dijeron o nunca dijimos. El silencio del que se encerró dentro de sí mismo, franqueándonos la entrada. La ausencia de palabras en una mirada dura o en un gesto cruel.
Los silencios impuestos: “¡te callas!” El emocionante silencio antes de que sea anunciado el ganador de la rifa. La tensión silenciosa de quien aguarda el veredicto. El silencio del universo con sus planetas, sus estrellas y sus cuerpos flotantes en la más absoluta ausencia de sonido.
Algo hay de misterioso en ese terreno del silencio que de un modo nos fascina, y de otro, nos aterra.
El poder del silencio
Mientras que en occidente hablar poco se puede interpretar como no tener mucho qué decir, en oriente ocurre lo opuesto: quien habla demasiado es perturbador y sospechoso de charlatanería. Allí el silencio tiene un significado profundamente espiritual y se le relaciona con el mundo ético. El silencio místico invita a un recorrido por las fibras íntimas de las raíces que nos tienen plantados en la vida.
En oriente el silencio es activo. Indica búsqueda, introspección, encuentro con la voz interior. Quien calla, tiene el poder. Quien habla queda irremediablemente encadenado a lo que dice.
En occidente el silencio ha expresado su fuerza en el cine clásico de Chaplin. En las inteligentes mímicas de Marcel Marceau, quien llegó a afirmar: "Tenéis que entender qué es el silencio, cuál es el peso del silencio, cuál es el poder del silencio".
Es algo que resulta ciertamente difícil de comprender en una época que se ha empeñando en hipercomunicarnos, aunque a veces no tengamos realmente nada para decirnos. Aunque muchas veces nuestras conversaciones no sean más que una repetición sin descanso de las mismas fórmulas gastadas, los mismos lugares comunes, la misma letanía social, política o de negocios.
En el psicoanálisis el silencio actúa como un pilar que sostiene todo el andamiaje del proceso. El analista ofrece su silencio como invitación a elaborar nuestra propia voz, nuestra propia escucha, nuestro propio discurso. El silencio de quien se analiza habla de sus resistencias o de la irrupción de eso que palpita y puja íntimamente por decirse.
También
en el marco de lo psicoanalítico emerge otra forma de silencio que es insuperable. Al fin y al cabo, el inconsciente es un discurso sin palabras. De esos silencios frente a lo indecible surge un nuevo lenguaje que no está hecho tanto de palabras para explicarse, como de intuición, sugerencia, paradoja, pre-texto para decirse… El material con el que se crea el arte y toda la poesía, como ésta con la que podemos terminar un tema inconcluso:
Las tres palabras más extrañas
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.
-Wislawa Szymborska-