"Multiplicaré tu descendencia como el polvo de la tierra. Si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tus descendientes." Génesis 13:16
"¡Por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!" Génesis 12:3b
Hace unos cuantos años vivíamos en el campo. Miráramos para donde miráramos, todo lo que veíamos era maíz, frijoles, y remolacha azucarera. Un día ventoso, y antes de que aprendiéramos la lección, nos fuimos de picnic y dejamos la puerta del patio abierta. Al regresar a casa descubrimos que el viento había soplado el polvo del campo a través de la puerta con tejido, cubriendo todo con una fina capa negra.
Uno puede contar las remolachas. Incluso puede contar el maíz, al menos por toneladas. Y la tierra se vende por metro o pie cúbico. Pero con el polvo no es así. Ni siquiera se puede tratar de adivinar cuánto hay. El polvo es tan extenso, que uno simplemente dice cuánto espacio cubrió (en este caso, todo el comedor y cocina, hasta el pasillo).
Así es como la promesa de Dios a Abram habría de ser medida: sus descendientes cubrirían la tierra.
Desdichadamente, para Abram fue difícil imaginar un regalo tan incalculable. Al igual que nosotros, él quería algo comprensible, algo tangible. "Señor Jehová, ¿qué me darás, si no me has dado hijos…?" Génesis 15:2 (RVR1995). Al igual que un niño esperando la Navidad, él estaba impaciente por ver y contar los regalos.
Pero los mejores regalos de Dios no son así. No podemos siempre identificar cada uno de ellos. En el tremendo regalo de nuestro Salvador hemos recibido innumerables bendiciones e interminables días de gracia. No podemos señalar a un pecado perdonado, o incluso a un gran número de pecados perdonados. Porque lo que Dios ha hecho es cubrirnos completamente con su perdón y misericordia.
ORACIÓN: Querido Jesús, dame ojos para ver hoy todos tus regalos, y una voz que te alabe en todas las cosas. Amén.
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