La sabiduría eterna e interna me guía hacia dónde ir, qué hacer, qué decir y a quién decirlo. Al prestar atención al silbo apacible y delicado, mi relación personal con Dios se fortalece y Su voz se hace más clara.
Tal vez haya momentos cuando las personas cercanas a mí —amigos, compañeros de trabajo o familiares— puedan no estar de acuerdo con mis decisiones. Cuando esto sucede, recuerdo dejar ir la necesidad de aprobación de otros.
Prescindo de la necesidad de explicar o justificar mi comportamiento a quienes pueden sentir amenazado su sistema de creencias a causa de mis decisiones. Al vivir con autenticidad e integridad, experimento mayor paz y bienestar. Con fe y convicción, permito que Dios, y no otras personas, dirija mi camino.
El Señor dirige los caminos del hombre cuando se complace en su modo de vida.—Salmo 37:23
El dicho: “La paz comienza conmigo” es cierto. En vez de esperar que las condiciones del mundo cambien, permito que la paz se exprese por medio de mí ahora mismo. Comparto mi espíritu interno de armonía. Irradio buena voluntad —en mi mundo y más allá.
Visualizo que soy una fuente de paz infinita, y mi tono de voz, mis expresiones faciales y las palabras que digo se tornan afables. En cada encuentro con otros, expreso este espíritu de paz e imagino que mi presencia sosegadora tiene efecto sobre ellos, proporcionándoles quietud. De esta manera, hago mi parte para crear armonía en el mundo. Mi corazón y mi presencia apacibles obran a través de todo lo que hago, estableciendo más paz en la Tierra.
¡Que el Señor alce su rostro sobre ti, y ponga en ti paz!—Números 6:26
Un amanecer glorioso evoca gratitud y gozo. Con cada nuevo día, me conecto mentalmente con Dios y con mi Luz interna. Recuerdo la Verdad que ya sé: ¡gracias a la luz divina, puedo lograr cualquier objetivo!
El optimismo reina y veo cada nueva idea con entusiasmo y cualquier obstáculo aparente con confianza. Cuando necesito tomar decisiones, me dirijo a mi interior por inspiración, alternativas y posibilidades.
Como el sol naciente, la luz de Dios ilumina mi visión, recordándome que tengo el poder en mí para llevar la vida que deseo. Veo cada día como una nueva oportunidad de expresar más plenamente mi potencial divino y experimentar mi bien.
Jesús los miró fijamente y les dijo: “Esto es imposible para los hombres, pero no para Dios. Porque para Dios todo es posible”.—Marcos 10:27