Cada día tiene su propia personalidad. Habrá días felices y tristes. Algunos serán tranquilos y apacibles y otros estarán llenos de actividad. No importa lo que el día me ofrezca, tengo el poder de descubrir y abrazar momentos de gozo.

Puede ser al escuchar una canción preferida, encontrarme con un amigo, admirar un arco iris o hasta algo tan sencillo como respirar aire fresco. Apreciar la grandeza de Dios en la vida enriquece mi experiencia. Los colores son más brillantes, la risa surge más espontáneamente y el gozo de estar vivo asienta el ambiente para celebrar los deleites copiosos de la vida.

Crezco con alegría al descubrir las abundantes bendiciones que me rodean.

Poder atesorar los recuerdos de mis seres queridos me hace sentir bendecido. Recuerdo a miembros de mi familia, amigos y colegas que han dejado una marca en mi vida y me bendijeron con su sabiduría y guía.

De muchas maneras, cada uno me ha ayudado a convertirme en quien soy hoy. También están los que nunca conocí, pero cuyas palabras y acciones ofrecieron consuelo e inspiración, a mí y a otros.

Los honro viviendo con tal integridad, creatividad, fe y amor, que algún día yo también podré hacer una diferencia positiva y duradera en la vida de otros. Honro a todos los que vinieron antes que yo al vivir lo mejor que puedo. Comparto desde lo profundo de mi corazón. Nunca olvidaré a mis seres queridos.

A lo largo de los años, he aprendido el valor de pedir guía y de compartir lo que he aprendido si alguien lo solicita. Cuando intercambiamos ideas, encontramos una sabiduría mayor que no habría sido evidente para ninguno separadamente.

Esta sabiduría mayor no está fuera de mí. Es una voz apacible y delicada a la que puedo acudir en cualquier momento. Puedo acudir a su guía en cualquier momento para que me muestre el camino.

Tengo acceso a mi guía interna al abrir mi mente y mi corazón cuando oro. Entonces observo y escucho, recordando que la guía divina puede llegar de una forma familiar o una inesperada que me sorprende y deleita.

Todo lo que piense, diga o haga contribuye a la paz en el mundo. Esta responsabilidad sagrada que siento me anima a hacer que mis palabras y acciones sean positivas e inspiradoras. Al enfocarme en el día a día, puedo perder de vista mi habilidad de contribuir verdaderamente a la paz mundial.

Después de todo, soy solo una persona. ¿Cómo puedo yo tener un impacto positivo en el planeta? Sin embargo, reconozco el poder de cultivar una conciencia de paz.

Mis palabras y acciones crean un efecto expansivo que va mucho más allá de mi ser físico. Consciente de ello, me propongo a aportar paz a cada área de mi vida. Tengo el poder de beneficiar al mundo al ser una expresión de la paz y la serenidad de Dios.

Mientras crece mi conciencia de que Dios es verdaderamente la única presencia en el universo, veo con más facilidad a Dios en todas partes y expresarse en todas las cosas. Practico la presencia de Dios cada vez que actúo por inspiración para alcanzar nuevas alturas.

Practico la presencia de Dios cada vez que mi corazón se abre y ofrezco apoyo a quien sufre. Practico la presencia de Dios cuando el gozo llena mi corazón y me hace brillar. La presencia de Dios está en mí y esa bendición es la verdad de mi vida. Practicar la presencia de Dios significa que expreso paz, armonía y amor en todas las situaciones y con toda la gente.

Estoy tranquilo sabiendo que soy siempre uno con todo lo que es bueno.