Descubro la gracia a mi alrededor cuando abro mis ojos, mi mente y mi corazón a su presencia. La gracia me recuerda que el amor de Dios está activo en todas partes y en todo momento. La gracia puede ser tranquila como un suspiro.
Es el amor que percibo en la voz de un ser querido. La gracia es la bienvenida que recibo cuando me invitan a la casa de un amigo. Es la dicha de sentirme identificado y aceptado verdaderamente. Dios es el corazón de toda gracia expresada como bondad y amabilidad en acción, siempre mía para recibirla y compartirla. Mi conciencia creciente me inspira a compartir generosamente esta actividad de Dios, convirtiéndola en expresión.