Todo hombre sensato se declara jodidamente vulnerable ante la madre de todos sus vicios:
Tentación perniciosa por la que perderá la razón. Por ella será capaz de dar la espalda a su mejor amigo, a su familia o a su moral. Ella será su inspiración y utopía, su razón y su locura… La medida de su tiempo.
Y de la manera más sutil, tal como lo haría la pluma fina del poeta, ella le sugerirá...
—Puedo llegar a ser el mejor de tus errores...
¡Cométeme!
Y es ahí, donde su vida cobra otro sentido.
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