Fue a sentarse delante del piano, le fascinaba
deslizar sus dedos por las gastadas teclas.
Las fue tocando, como quien las acaricia.
Cerró los ojos, vio aquella piel cálida bajo sus caricias.
Con una mano instintivamente tocó sus húmedos labios.
Los que a él le gustaba mirar mientras hablaba, después
esboza una sonrisa y pone su dedo para hacerla callar.
Así se acerca y la besa, ella responde a cada beso,
cada caricia que eriza su piel.
Su mente vuela, se siente feliz.
Mientras sus dedos siguen acariciando
las teclas del viejo piano.