Había algo en mí que ella no podía resistir, que la dejaba tendida y desnuda sobre las sábanas de la cama y ese era mi talismán, mi grito y mi victoria porque mi pecho la inquietaba, la quemaba y solo quería descansar en ellos cada uno de sus suspiros, pero era la melodía de mi voz lo que la llevaba al borde mismo de los delirios porque al llegar a los incesantes orgasmos le susurraba mi poesía en sus oídos.