Con el transcurrir del tiempo,
Me acostumbré a extrañar en silencio,
Poco a poco me fui reconciliando con el mundo,
Con las calles de una ciudad fría y casi siempre ajena a mi existencia.
Retomé mis rutinas de trabajo,
Y fui acoplándome a esta sociedad que ni siquiera había notado mi ausencia,
Reactivé mis salidas con amigos, las reuniones sociales,
Como si en ellas hubiese algo que pudiese mitigar el vacío que aún llevaba conmigo,
Incluso llegué a olvidarla, aunque no del todo,
Porque cada vez que conocía a alguna chica, siempre se interponía su recuerdo.
Mis amigos decían que ya era momento de darme una nueva oportunidad,
Pero, ¿quién realiza cronogramas de sentimientos?
¿Quién controla el horario del alma?
Sabía que no era tiempo,
Me lo decían todos esos momentos en los que al quedarme a solas con cualquier chica,
Las ganas de salir huyendo resultaban incontenibles.
Supe que aquel era un camino todavía muy largo,
Así que sólo me quedó esperar,
Confié en que, tal vez con algo de suerte,
Algún día conseguiría olvidarla del todo.
Qué ingenuo resulté ser.
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