Desnudar mi alma,
es abandonar la tela del tiempo y la razón,
es ser ciega ante lo tangible,
y oír con la piel,
el latido profundo de un deseo que quema.
Átame a la oscuridad del instante,
en un abrazo donde las horas se disuelven,
donde solo tus manos y las mías
se hablan en la lengua muda de los cuerpos.
Soy un volcán errante,
una Afrodita sin nombre ni rostro,
perdida en tus caricias,
en la eternidad fugaz de un suspiro,
y solo quiero sumergirme
en la líquida pureza de tu ser.
Beber de tus labios
es encontrarme en la fragua de tus besos,
y hacer del fuego un jardín donde florecen
los secretos que jamás tendrán voz.
Mis manos ansían tu piel,
pues me pierdo en tu laberinto sin fin,
sabiendo que en el caos hallaré la luz
y tú, tú serás mi anhelo y mi refugio.
La flor de mis deseos florece y se marchita,
en una sinfonía de sombras y luces
que se funden, y yo,
yo solo quiero mojarme de ti,
envolverme en tus caricias
hasta que el tiempo se rinda
y solo quede la vibración del universo
en cada roce, en cada movimiento.
Eres la tormenta y la calma,
el ocaso de mis silencios y el amanecer de mi tormenta,
y lo saboreo todo,
me empapo de tu ser,
mojando mis horas,
mojándote todo,
en este amor que nace del caos
y resucita en el éxtasis del alma.
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