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DÉJAME SOÑARTE...
(Por Fernando D'Sandi )
La vida se ha vuelto un eco de lo que fuimos.
Todo me recuerda a ti. Todo me grita tu nombre.
Y sin embargo, no estás.
Te busco en cada sombra, en cada ráfaga
de viento que roza mi piel, en los amaneceres
que duelen porque ya no los compartimos.
Camino por las mismas calles, como si en algún
rincón pudiera encontrarte de nuevo.
Como si la ausencia tuviera grietas
por donde tu risa pudiera colarse...
Pero no. No estás.
El mundo sigue, implacable,
indiferente a mi duelo.
La gente ríe, la vida avanza, pero yo…
yo sigo aquí, sosteniendo el vacío
con ambas manos.
Me duele respirar. Duele abrir los ojos
y recordar que no estás.
Duele el espacio que dejaste en la cama,
la silla vacía en la mesa, el sonido del silencio
donde antes estaba tu voz.
Duele el peso de los días sin ti.
Te extraño tanto...
Quiero que al menos hoy,
cuando las luces se apaguen y mi cuerpo
se derrumbe y me duerma después
del esfuerzo de vivir un día más sin ti,
te pido que vuelvas a mí.
Déjame soñarte.
Déjame verte como antes,
aunque sea en esa niebla difusa
que separa la realidad del sueño.
Déjame abrazarte,
aunque solo sea en la penumbra de mi mente.
Cuando el mundo se calla,
cuando el insomnio se disfraza
de esperanza, ahí te encuentro.
Nos miramos sin prisa,
como si nunca te hubieras ido.
Como si nunca me hubieras dejado
con este nudo en el alma.
Porque ahora lo entiendo.
No te fuiste del todo.
Estás en la brisa que me acaricia
cuando menos lo espero.
En la música que suena
cuando más te extraño.
En la luz que se cuela por las cortinas
justo cuando mis fuerzas flaquean.
En los recuerdos que se vuelven
refugio cuando la realidad me asfixia.
Te encuentro en los gestos
que se me quedaron de ti,
en las frases que sin darme cuenta repito,
en la manera en que aún miro el mundo
con esa chispa que tú encendiste en mí.
Sigues aquí. No con tu cuerpo,
pero sí con tu amor.
No con tu risa,
pero sí con la huella
que dejaste en mi alma.
Y así sigo…
sosteniéndome entre la ausencia
y la esperanza, entre el día
que me rompe y la noche
que me devuelve un pedazo de ti.
Déjame soñarte.
Déjame amarte de esta nueva manera,
hasta que el tiempo haga su trabajo,
hasta que el dolor aprenda a caminar
a mi lado sin ahogarme.
Hasta que llegue el día
en que ya no tenga que soñarte más…
porque cuando me toque partir,
sé que estarás ahí, esperándome,
con los brazos abiertos,
con la risa intacta,
con el amor suspendido en el tiempo.
Y entonces, por fin,
seremos de nuevo
lo que siempre fuimos:
dos almas que jamás
aprendieron a despedirse.
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DÉJAME SOÑARTE...
(Por Fernando D'Sandi )
La vida se ha vuelto un eco de lo que fuimos.
Todo me recuerda a ti. Todo me grita tu nombre.
Y sin embargo, no estás.
Te busco en cada sombra, en cada ráfaga
de viento que roza mi piel, en los amaneceres
que duelen porque ya no los compartimos.
Camino por las mismas calles, como si en algún
rincón pudiera encontrarte de nuevo.
Como si la ausencia tuviera grietas
por donde tu risa pudiera colarse...
Pero no. No estás.
El mundo sigue, implacable,
indiferente a mi duelo.
La gente ríe, la vida avanza, pero yo…
yo sigo aquí, sosteniendo el vacío
con ambas manos.
Me duele respirar. Duele abrir los ojos
y recordar que no estás.
Duele el espacio que dejaste en la cama,
la silla vacía en la mesa, el sonido del silencio
donde antes estaba tu voz.
Duele el peso de los días sin ti.
Te extraño tanto...
Quiero que al menos hoy,
cuando las luces se apaguen y mi cuerpo
se derrumbe y me duerma después
del esfuerzo de vivir un día más sin ti,
te pido que vuelvas a mí.
Déjame soñarte.
Déjame verte como antes,
aunque sea en esa niebla difusa
que separa la realidad del sueño.
Déjame abrazarte,
aunque solo sea en la penumbra de mi mente.
Cuando el mundo se calla,
cuando el insomnio se disfraza
de esperanza, ahí te encuentro.
Nos miramos sin prisa,
como si nunca te hubieras ido.
Como si nunca me hubieras dejado
con este nudo en el alma.
Porque ahora lo entiendo.
No te fuiste del todo.
Estás en la brisa que me acaricia
cuando menos lo espero.
En la música que suena
cuando más te extraño.
En la luz que se cuela por las cortinas
justo cuando mis fuerzas flaquean.
En los recuerdos que se vuelven
refugio cuando la realidad me asfixia.
Te encuentro en los gestos
que se me quedaron de ti,
en las frases que sin darme cuenta repito,
en la manera en que aún miro el mundo
con esa chispa que tú encendiste en mí.
Sigues aquí. No con tu cuerpo,
pero sí con tu amor.
No con tu risa,
pero sí con la huella
que dejaste en mi alma.
Y así sigo…
sosteniéndome entre la ausencia
y la esperanza, entre el día
que me rompe y la noche
que me devuelve un pedazo de ti.
Déjame soñarte.
Déjame amarte de esta nueva manera,
hasta que el tiempo haga su trabajo,
hasta que el dolor aprenda a caminar
a mi lado sin ahogarme.
Hasta que llegue el día
en que ya no tenga que soñarte más…
porque cuando me toque partir,
sé que estarás ahí, esperándome,
con los brazos abiertos,
con la risa intacta,
con el amor suspendido en el tiempo.
Y entonces, por fin,
seremos de nuevo
lo que siempre fuimos:
dos almas que jamás
aprendieron a despedirse.
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