Cuando dos almas se encuentran
Cuando dos personas logran tener
una química cabrona,
un lazo que arde, ni el tiempo, ni la distancia,
ni el orgullo.
Pueden apagar ese fuego que nace.
Porque no es solo el roce de la piel,
es el eco de las risas,
las miradas que hablan, el temblor
en el aire cuando sus mundos
se rozan, chocan y vuelven a encontrarse.
Pase lo que pase, aunque todo conspire,
aunque las palabras hieran o el silencio grite,
hay algo indomable, como un imán invisible,
que los empuja, los acerca, los une.
Son como ríos que siempre desembocan
en el mismo mar, por más que intenten huir.
Son la tormenta y la calma, la lucha y el refugio,
el caos perfecto donde siempre quieren vivir.
Y es que cuando el destino susurra sus nombres,
cuando la piel clama y el alma responde, no hay barrera
que los detenga, no hay fuerza que los aparte.
Siempre terminan buscándose,
porque lo que tienen va más allá de lo humano,
es fuego eterno, es vida en su esencia, es amor,
puro, salvaje, inevitable.