
Cerrada está tu puerta... y mi alma no se atreve,
ni en sueños a tocarla para verte un instante.
No hay nubes en el cielo, pero en mis ojos llueve.
Me apuñalan mis celos
con su mano humillante,
y mueren mis deseos
porque la luna canta
con burla sofocante:
—¡qué ya me has olvidado en brazos de tu amante!.
Y aquí frente a tu puerta con mi doliente pena,
para no delatarme
mis labios he cerrado,
Es ácida y amarga
la miel de mi colmena.
Con mis dedos escondo
mi rostro desdichado,
porque la luna llena
de corazón malvado,
repite, canta y jura:
—¡qué ya me has olvidado!
Su canción cruel y fría retumba en mis oídos,
y ante tu altiva puerta
me retuerzo sin verte.
De consuelo he mirado
dos chilalos heridos
retornar a su nido,
perdonarse en un beso
y unirse en un abrazo,
al filo de la muerte.
Pero no hay esperanzas,
y en esta noche inerte
me duele comprender,
qué el dolor de dolores,
cómo canta la luna:
¡fue el dolor de perderte!
Es un muro imponente
que cruzar no podría.
Detiene mis anhelos
y mis sueños despierta.
Es clara realidad,
mi vida está vacía,
y a la luna que canta quisiera verla muerta.
Soledad y sequía
marchitan una huerta.
Mi vida está desierta.
Es tiempo de agonía
y así toque mil veces:
—¡cerrada está tu puerta,
porque ya no eres mía!
ENRIQUE QUIROZ CASTRO

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