La belleza no tiene un color definido,
no vive en vitrinas, ni en un solo sentido.
No nace en el molde que impone la historia,
ni se mide en tonos, ni en fama, ni en gloria.
La belleza es canto que brota del alma,
es risa que abraza, es mirada en calma.
Es un niño jugando en un campo lejano,
es un gesto de amor, es tender la mano.
Es mujer de ébano con paso elegante,
es piel de canela, sol resplandeciente,
es la tez morena del valle fecundo,
o el blanco nevado que cubre este mundo.
Es la voz que consuela en la noche oscura,
el rostro sin miedo, la piel con ternura.
Es viejo sabio con rostro arrugado,
niña descalza que ríe al costado.
La belleza no es moda, ni espejo, ni prisa,
es alma desnuda, es paz, es sonrisa.
No se viste de oro, ni busca atención,
camina en silencio con el corazón.
Está en la mirada que no discrimina,
en quien abre puertas, en quien se aproxima.
No pide pasaporte, ni pide un color,
pues nace en lo hondo, donde habita el amor.
No es rostro perfecto, ni cuerpo esculpido,
es ser transparente, es ser compasivo.
Es mujer de arena, de lluvia y de sol,
es niño en la calle, con sueños sin rol.
La belleza está en cada rincón de la Tierra,
no entiende de odios, ni juega a la guerra.
Está en cada abrazo que cruza la piel,
en cada cultura, en todo papel.
Porque somos uno, aunque luzca distinto,
somos mar, somos río, somos mismo instinto.
Y al final del camino, cuando muera el color,
verás que la esencia fue siempre el amor.
Así que levántate, rompe el cristal,
no dejes que el mundo te mida el umbral.
La belleza eres tú, en tu propio esplendor…
porque, amor, la belleza no tiene color.