con la suavidad de un suspiro
y la fuerza de un deseo
que no se esconde,
que no se apaga.
Cada roce tuyo me derrite,
como fuego que no quema,
pero arde en lo más profundo,
despertando mi cuerpo
que tiembla ante ti,
en cada caricia que me das.
No son solo manos las que me tocan,
es tu alma que recorre la mía,
es tu aliento que se cuela en mi piel,
es tu pasión la que me envuelve
y me hace perderme en este momento.
Cada caricia tuya es un latido,
un suspiro que se convierte en grito
y en mí se enciende el deseo
que no sabe de límites
y que solo tú puedes alimentar.
Cesar Pinto Muñoz