Soneto final
Por desplumar arcángeles glaciales, la nevada lilial de esbeltos dientes es condenada al llanto de las fuentes y al desconsuelo de los manantiales.
Por difundir su alma en los metales, por dar el fuego al hierro sus orientes, al dolor de los yunques inclementes lo arrastran los herreros torrenciales.
Al doloroso trato de la espina, al fatal desaliento de la rosa y a la acción corrosiva de la muerte
arrojado me veo, y tanta ruina no es por otra desgracia ni por otra cosa que por quererte y sólo por quererte.
MIGUEL HERNÁNDEZ.
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