Hablando con el alma
- Hola alma pequeña, alma indefensa enclaustrada en tú cárcel de huesos y piel, ¿te puedo preguntar?
- Sí, pregúntame pero no me hieras.
- ¿Cómo puedo no herirte? ¿De qué forma te protejo de los sentimientos? ¿Cómo de la crueldad?
- No me protejas, por favor, no lo hagas, quiero comprenderlo todo, no sólo lo bueno.
- No quieras entender.
-¿Cuál es la razón?
-Seguiremos a otro fugaz, a otro vano espejismo. No, no alma mía ¿Por qué no me detienes?
-Estaremos juntos hasta el final de la existencia. No te abandonaré.
-¿De verdad? Pero cuán egoísta eres, me quieres sólo para ti, deseas poseerme y erradicar mi racionalidad.
-Tú eres únicamente mía y nadie podrá tocarme porque no vas a permitirlo.
-Yo quiero que te palpen alma mía, que te quiten el hechizo de mi mente.
-No podremos, no lo haremos, nos resistiremos.
-Entonces alma mía, nos debemos alejar... y está será la única manera.
-No lo harás, supondrá tu final. El final de todo.
-Lo sé pero necesito un alma desnuda y pura, tu llevas puesto el velo de la amargura y la soledad.
-Yo renaceré y volveré.
-Sí pero renovada y yo te esperaré hasta que logres difuminar tus momentos llenos de vacíos.
-No... no sabía que estaba vacía.
-No pequeña, vacía estoy yo, carente de respuestas que dar, vacía de locuras que realizar...
Adiós, alma mía.
DE LA RED.
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