El anciano y el niño
Y ahí estaba… ese venerable anciano con lentes de botella y vestimenta antigua, con su bolsa de pan, alimentando a las palomas y sentado en la fuente, disfrutando su obra.
Gozando como las palomas se alimentaban gracias a él. Observaba su semblante de paz, de satisfacción.
Reflexionaba en como este anciano, a pesar de su edad, aún tiene algo que compartir, aunque sea migajas, a sus palomas y eso lo hace feliz.
Y también recordé como hace algunos años, me encontraba en un curso y en el receso, mientras caminaba un poco para estirar las piernas y bebía un vaso con agua, estaba un grupo de niños jugando en el patio.
Si, había un taller para niños y este acababa de concluir. De repente, un niño de unos 7 años se acercó a mí y me dio un barquito de papel, hecho con una hoja de las promociones. Con una sonrisa pícara y con un brillo en su mirada, se alejó de mí.
Lo guardé en mi cartera con mucho cariño, como recuerdo de alguien que sin conocerme, me entregó lo mejor de él.
Pensé, en que no importa la edad de las personas, ni su posición económica. Ya sea migajas de pan, o barquitos de papel, todos tenemos algo que compartir, alguien quien servir y alguien a quien amar. Aunque no lo conozcas, aunque sea una paloma o un perro.
Y eso hace felices, tanto a los que dan, como a los que reciben.
¿Hay algo que tú puedas compartir en estos momentos? ¿Hay alguien a quien puedas amar?
DE LA RED.
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