Feliciano me adora y le aborrezco; Lisardo me aborrece y yo le adoro; por quien no me apetece ingrato, lloro, y al que me llora tierno, no apetezco. A quien más me desdora, el alma ofrezco; a quien me ofrece víctimas, desdoro; desprecio al que enriquece mi decoro, y al que le hace desprecios, enriquezco. Si con mi ofensa al uno reconvengo, me reconviene el otro a mí, ofendido; y a padecer de todos modos vengo, pues ambos atormentan mi sentido: aquéste, con pedir lo que no tengo; y aquél, con no tener lo que le pido.
Sor Juana Ines de La Cruz
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