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Amiga que te vas: quizá no te vea más.
Ante la luz de tu alma y de tu tez fui tan maravillosamente casto cual si me embalsamara la vejez.
Y no tuve otro arte que el de quererte para aconsejarte.
Si soltera agonizas, irán a visitarte mis cenizas.
Porque ha de llegar un ventarrón color de tinta, abriendo tu balcón. Déjalo que trastorne tus papeles, tus novenas, tus ropas, y que apague la santidad de tus lámparas fieles...
No vayas, encogido el corazón, a cerrar tus vidrieras a la tinta que riega el ventarrón.
Es que voy en la racha a filtrarme en tu paz, buena muchacha.
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Ramón López Velarde .
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