SU MARTIRIO ES PALABRA DE DIOS
Por
Emma-Margarita R. A.-Valdés
Arriba a ti la voz de sus discípulos
rogando por Jesús, que les revela
su muerte, su cercano sacrificio
para acatar la ley de las estrellas.
Les da su abecedario de cariño,
les habla de una verde primavera,
de la puerta que cierra el paraíso,
del trascendente fin de la tragedia.
No entienden su elevado veredicto,
no consiguen unir letra con letra,
y, porque en el misterio son novicios,
detestan que le humillen, que padezca.
Mas tú piensas, María, su martirio
es palabra de Dios por los profetas.
Y Pedro, el elegido, pide a gritos
que el Padre le libere de la afrenta,
el Rey omnipotente, el Infinito,
le exima de la muerte y la condena.
Pero Jesús le acusa de egoísmo,
de preferir tenerle en su apariencia,
de ser un ignorante y un mezquino,
no ver que sin semilla no hay cosecha,
si fructifica el grano desprendido
fue el invierno el que abrió la sementera,
sin la lluvia, la nieve y el rocío,
no florece el jazmín, la madreselva,
no brota la aceituna en el olivo
y se muere la vida en nuestra tierra.
Tú sabes, virgen-madre, que tu hijo
es carne de tu carne, arcilla vieja,
y aunque es Poder supremo, aunque es divino,
la tentación de Pedro le espolea
a abandonar el mundo a su albedrío,
a renunciar a su misión benéfica,
a dejarse llevar por lo terrígeno
y a gozar de una vida que le espera,
se alza el grito del hombre, y el suplicio
estremece el pilar de su materia,
y desea sumirse en un olvido
que silencie el clamor de su conciencia.
Mas, por ser hombre, entiende los desvíos
y concede el perdón a las tinieblas.
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