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Pueblo chico, infierno grande
Cuando me casé vivía en una ciudad. Ahora vivimos en una comunidad Todas las personas me critican y siempre me están juzgando por lo que hago o dejo de hacer. Se ha suscitado una bola de chismes y de malos comentarios que bien dice el dicho que «pueblo chico, infierno grande». ¿Qué puedo hacer?
Yo me imagino, para empezar, que no “todas” las personas la critican. Cuando usamos palabras como todos, nadie, nunca y siempre, nosotros mismos nos estamos poniendo una carga demasiado pesada, los problemas se vuelven abrumadores y difíciles de manejar. ¿Qué tal si quedamos en que algunas, incluso muchas personas, la critican? Lo que le voy a pedir es muy difícil, pero yo sé que puede hacerlo: pregúntese cuál es la intención positiva de esas críticas, qué es lo bueno que buscan para usted. Tal vez descubra que, al menos en una parte, aunque sea en una pequeñísima parte, tienen razón y usted puede ser una mejor persona. Una buena respuesta a las críticas es decir: tienes razón, veo que estoy equivocada en esto. ¿Qué me aconsejas?
Hay que entender que en comunidades pequeñas la llegada de extraños provoca peligros de desestabilizar el equilibrio que tal vez habían logrado en las relaciones sociales. Pero, con el paso del tiempo, usted puede hacerles ver a sus vecinos que se interesa auténticamente por ellos, que está dispuesta a cooperar y ayudar cuando sea necesario, y a convivir con ellos, compartir su vida. En todo lugar hay gente buena. Acércate a esas personas, ellas pueden ayudarte a relacionarte mejor con los demás.
Hay un dicho que dice: “Si no puedes contra tu enemigo, únete a él”. O mejor: “La mejor manera de ganar una batalla es lograr que tu enemigo se pase de tu lado”. Pero vamos a plantearlo mejor en términos cristianos: ama a tu prójimo —sin condiciones—, sé solidaria.
Autor: Yusi Cervantes
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