Evangelio de hoy
10 de Julio
Autor: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net No tengan miedo Mateo 10, 24-33. Tiempo Ordinario. No temas a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.
No tengan miedo Mateo 10, 24-33
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto, que no llegue a descubrirse; nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo".
Reflexión:
El hombre tiende a comparar y oponer los términos y las realidades. Así oponemos el cuerpo al alma. Esto es un error y no coincide con la doctrina de Jesucristo. Ya Él tuvo que luchar contra esta tendencia tan humana: “no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”.
Antes, como ahora, existían personas que se preocupaban mucho de lo material y olvidaban lo espiritual. Y, al revés, personas fervorosas y muy religiosas pero se olvidan que viven en este mundo.
Cristo con su doctrina nos recuerda que el verdadero riesgo y peligro es quien descuida o pierde el cuerpo y el espíritu. En consecuencia, el auténtico reto y meta es cultivar, a la par, ambos elementos: lo material y lo espiritual.
Jesucristo lo expresa perfectamente con su resurrección. Su triunfo no fue nada más espiritual, también su cuerpo resucitó y ahora triunfa glorioso en el cielo. No podría ser de otro modo, cuando por medio del cuerpo su persona divina redimió a la humanidad. Así el verdadero cristiano, sabrá que el don más importante que ha recibido es su alma, y buscará su salvación, pero a la vez cuidará y cultivará su salud, ciencia y descanso para que el cuerpo siempre esté en buenas condicionas para ayudar al espíritu a ser una persona santa.
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