Llega la primavera. Tiempo de armonía en
que florece el amor de pareja y en el cual no
dejamos de sorprendernos de que el ser humano,
a pesar del dominio sin contrapeso de la cultura
tecnológica y superficial en que vive inserto,
no haya podido renunciar jamás a un ideal
de amor, que busca siempre como si fuera una
llamada inexorable de su alma profunda,
pues necesita bañar de pureza su frenética
codicia de placeres artificiales. Sin embargo,
muchos que no han bebido de las fuentes
profundas de la sabiduría o bien han carecido
de una educación sentimental correcta,
pueden incurrir en el error de confundir
pasión ciega y amor.
La pasión, al igual que el amor,
atraviesa por distintas etapas y en el niño
aparece como una pulsión, es decir,
como un anhelo desordenado y confuso
de dirigirse hacia cuanto le rodea,
expresándose en beber, comer, jugar
y correr. Esto significa que en el niño
la pasión es un impulso torpe, ciego,
que al llegar a la adolescencia se refina,
convirtiéndose en deseo, es decir,
en una pulsión concentrada y orientada
hacia un objetivo.
Y entre los múltiples deseos del adolescente,
el deseo sexual es el que más gobierna
su conciencia. Pero cuando el deseo
evoluciona en la persona psicológicamente
madura se convierte en aspiración.
Y ésta es un poder interior, consciente,
que nos abre a un vasto horizonte de
posibilidades y nos permite conquistar,
poseer y cumplir nuestros sueños.
Pero si bien, todo amor es una pasión
en el sentido de que es una aspiración
que nos brinda la máxima plenitud posible,
no toda pasión es una aspiración, pues
la mayoría de las pasiones son ciegas.
El amor, en cambio, el verdadero amor,
es una fuerza divina, consciente,
que intenta conducir a cada ser hacia la
realización de todo su potencial.
Es por ello que todo amor verdadero por
una persona implica, como ha enseñado
Erich Fromm, preocuparse, responder,
respetar y conocer a tal persona.
Por tanto, toda relación afectiva que no
posea estos cuatro rasgos característicos no
es amor o si carece de alguno de ellos
es un amor defectuoso.
También existen comprensiones erróneas
frente a lo que es el enamoramiento,
pues se le confunde con el flechazo,
pero este último episodio es una simple
experiencia hipnótica en que nos sentimos
enceguecidos por los atractivos de una
persona, la cual suponemos, erróneamente,
que puede entregársenos por completo y
repentinamente ante nuestra primera mirada...
Es decir, el flechazo es una reducción e incluso
una cierta suspensión de nuestra conciencia.
Esto significa que en tal estado hay un retorno
a la infantilidad, pues hay una contracción
y empobrecimiento de la atención.
Sin embargo, el enamoramiento verdadero
es una ampliación permanente, una expansión
de la conciencia a través de la unión con
la persona amada.
Porque el verdadero enamoramiento
en su sentido más universal es el evento
de despertar a la belleza del ser amado,
un sentirse integralmente atraído e inspirado
por él. El enamoramiento real es el punto
de partida que nos conecta con el verdadero
amor. Enamorarse significa ingresar
en un tiempo de alegría prodigiosamente
puro y armonioso.
Es la apertura a un mundo de éxtasis y
el comienzo de una transformación personal
decisiva en la evolución del ser.
De la red.
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