Evangelio de hoy
17 de Julio
Autor: Edgar Pérez | Fuente: Catholic.net Los fariseos quieren eliminar a Jesús Mateo 12, 14-21. Tiempo Ordinario. El Padre es capaz de expresar cálidas palabras de amor, como Cristo.
Los fariseos quieren eliminar a Jesús Mateo 12, 14-21
En aquel tiempo, los fariseos, en cuanto salieron, se confabularon contra Jesús para ver cómo eliminarle. Jesús, al saberlo, se retiró de allí. Le siguieron muchos y los curó a todos. Y les mandó enérgicamente que no le descubrieran; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: He aquí mi Siervo, a quien elegí, mi Amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones. No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz. La caña cascada no la quebrará, ni apagará la mecha humeante, hasta que lleve a la victoria el juicio: en su nombre pondrán las naciones su esperanza.
Reflexión
La irritación de los fariseos había llegado a su extremo. No podían tolerar más que “ese hombre”, como lo llamaban despectivamente, siguiera diciendo las cosas que decía. Y en ello no podemos no encontrar el misterio de la soberbia humana que ante la hermosura de Dios es capaz de encerrarse y no ver lo que la inteligencia logra tocar tan claramente.
Es en esta paradoja cuando se siente la voz, en la boca del profeta Isaías, de Aquel que lo ha mandado para amar hasta el extremo a los hombres, así como Él mismo había amado a su pueblo elegido: Este es mi Niño, a quien elegí, en quien se ha complacido mi alma...
Esta es la Voz verdadera del Padre que habla sobre su Hijo a los hombres. Cuando fue bautizado en el Jordán, así se escuchó la Voz del Omnipotente con similares palabras: Este es mi Hijo dilecto, en quien me he complacido. Y cuando estaban en el monte Tabor y las vestiduras de Jesús se le volvieron radiantes como el sol, el Padre dirigió las mismas palabras del Jordán y añadió: Escuchadle, como queriendo dar a entender que todo cuanto Él desea como Padre es cuanto su mismo Hijo, ya echo como uno de nosotros, ha venido a enseñarnos con su palabra y con su vida.
De este modo la Voz del Padre es la Voz del Hijo, y ese Padre es capaz de expresar cálidas palabras de amor, como Cristo lo hizo con Corazón de Dios y Hombre. No es posible, por tanto, que ante tanto amor el hombre permanezca indiferente y encerrado en su egoísmo.
Y sin embargo los fariseos, que representan nuestra parte más horriblemente egoísta, se cerraron a las entrañas de amor de Dios. No seamos como ellos, intentemos sólo aplicar los oídos del alma al Corazón de Cristo y aprender el amor del Padre en Él, para ser dignos hijos de Aquel que nos hizo suyos por el bautismo y la gracia. Recordémoslo, también nosotros somos hijos de Dios.
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