Mensaje desde el Cielo.
La nochebuena es de los pobres, de los humildes, de los descamisados desde que Cristo, despreciado por los ricos que le cerraron todas las puertas, fue a nacer en un establo…y ¿acaso los ángeles no llamaron a los pastores, a los hombres más humildes y pobres de Belén…y únicamente a ellos le comunicaron la buena nueva que venía a alegrar el mundo? Únicamente a los pastores, a los humildes, a los pobres les fue anunciada la “paz a los hombres de buena voluntad…”
“Esta noche no busquemos a Cristo entre las opulencias del mundo, entre las idolatrías de la riqueza, entre los afanes del poder, entre las intrigas de los grandes.
Allí no está Dios. Es la hora de mirar hoy al Niño Jesús no en las imágenes bonitas de nuestros pesebres, hay que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener que comer, entre los pobrecitos vendedores de periódicos, que dormirán arropados de diarios allá en los portales, entre el pobrecito lustrador que tal vez no se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su mamá, o en el joven campesino, obrero, el que no tiene trabajo.
El que sufre la enfermedad en esta noche. No todo es alegría, hay mucho sufrimiento, hay muchos hogares destrozados, hay mucho dolor, hay mucha pobreza.
Hermanos, todo esto no lo miremos con demagogia. El Dios de los pobres ha asumido todo esto y le está enseñando al dolor humano el valor redentor, el valor que tiene para redimir al mundo, la pobreza, el sufrimiento”.
La humanidad está con dolores de parto y la Luz quiere ver el mundo con la novedad de quien nace y con la profundidad del amor maternal. Pero hay gente que tiene miedo a salir de la caverna materna, escondiéndose de la ternura de Dios: desafiante, abierta a la vida, con dolor por la nueva atmósfera menos caliente y más vulnerable que la de la placenta de los conformismos.
Es cierto que existe el deseo compartido y tarjeteado de felicidad y de vida, pero también hay mucho temor a dejarse tocar por la brisa suave o la fuerza inquietante del corazón amoroso y palpitante de Dios, que no invade pero sí abraza, no impone pero sí contempla, no deslumbra pero sí desenmascara.
Estamos a tiempo de arrepentirnos por la tentación de comprar la alegría y la navidad. No es tiempo para comprar a Dios y al Amor, sino para compartir, contemplar, testificar, lanzar el grito del recién nacido que perdió el miedo a Vivir y a dejarse acurrucar confiadamente por los brazos de la Vida.
Demos pasos itinerantes hacia el establo, acompañando a los sin techo, que se calientan con la alabanza, abren los ojos estupefactos ante la fragilidad humilde del Niño y cuentan apasionados que Dios no está encerrado en sus seguridades todopoderosas ni brinda deseos incumplibles, pues ha nacido y es el Dios-con-nosotros, vecino y amigo donándose, hermano confraternizando con la creación y con cada viviente; es el Niño de Belén y Jesús de Nazaret y el Hijo-Discípulo de la Vida Encarnada.
Dicha para los hombres y mujeres de Dios, paz para la nueva creación, alegría para la comunidad que abre espacios a la novedad, y encarnación para todo el mundo.
En el amor de Jesús
Arnulfo Romero
Con mucho amor
Maria Ester A
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