BALADA DE LA CASA
Estábamos tan bien ahí...
el árbol, el agua y nosotros tres.
Comíamos juntos toda la semana,
nos reíamos repartiendo disparates en la mesa.
A ellas las vi desde niño...
jugábamos a brincar en las camas y a escuchar detrás de las paredes.
El árbol hacía magias que nosotros descubríamos:
“Ya vimos la moneda, cayó detrás de la cama”.
Y el árbol se caía sobre sus ramas
mientras el agua dejaba su mirada en el paisaje.
Un día salí para mirar el cielo,
y cuando volví ya habían cambiado.
Pasaban horas frente al espejo,
hablando de cosas que yo no entendía.
Después llegaron dos hombres
que venían a conquistarlas.
Ellas llevaban el rostro diferente,
y aquellos jóvenes mostraban rostro de hombres afeitados.
Después las raíces dispersaron su semilla,
y otros fueron agregándose a la casa.
Hubo que volver a ser niño,
porque llegaban a la mesa
nuevas voces de infancia.
Así la casa tuvo un nuevo brillo,
y otra vez hubo risillas que brincaban en las camas.
Pero el tiempo, siempre el tiempo...
pasó la vida...
tuvimos que hacer un silencio prolongado,
para entender que no todo es para siempre...
quedamos solos,
abandonados de algo,
alejados de nuestro centro.
El árbol se quedó sin agua,
"muriendo de pie", como dicen.
La casa lleva meses callada.
Pero el árbol, lleno de silencios y memorias,
dice que a veces,
sólo a veces,
nos mira en ella,
escuchando detrás de las paredes.