En uno de los tantos dias de mi niñez, a la edad de siete años, llegué a mi salón de clases. Y noto que mi puesto y silla lo ocupaba una niña de escasos y cortos cabellos. Yo tenía el cabello largo con un bello arreglo de mi madre. Le exigí a la niña que desocupara mi silla, pero esta me respondió que no me la daria. No recuerdo cual de las dos comenzó la pelea, lo cierto fue que a los pocos segundos me estaba agarrando con ella a halones de cabello. Pero yo llevé las de perder, pues mi cabello era largo. Intenté desgreñarla pero no pude, su escaso pelo lo impedia, y mis manos en cada intento se deslizaban. Al final quedé despeinada y llorando. La maestra como pudo me consoló, e intento arreglarme el peinado, cosa que no logró. Pero !que ironía! Tiempo despues nos hicimos grandes amigas. El rencor no existe en los niños. !Cuanto deberiamos aprender de ellos!
Venus Maritza Hernández
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