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Cada uno de nosotros tenemos
un escondite, en algún lugar muy profundo, un lugar dónde vamos para estar
solos. Para pensar, para estar solos, para ser nosotros mismos. Este único
lugar dónde confrontamos nuestros más profundos sentimientos. Se convierte
en el refugio de nuestros deseos, nuestras necesidades, nuestros sueños, y
aún también de nuestros miedos. El lleva la esencia de quienes somos y de
lo que deseamos ser. Pero entonces y ahora, así sea por ser escogido o por
ser un designio, alguien encuentra el camino hacia ese lugar que
pensábamos que era solo nuestro. Y nosotros le permitimos a esa persona ver,
sentir y compartir todas nuestras razones, toda la incertidumbre y las
emociones que hemos guardado ahí. Esta persona añade nuevas
perspectivas a nuestro escondite. Entonces muy despacio se acomoda en
su propia esquina de nuestro lugar especial. Dónde un pedazo de él se
queda para siempre. Y entonces llamamos a esta
persona, AMIGO...
Anónimo
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