Escondida entre la oscura noche,
me senté a llorarle al cielo.
Mis ojos fijos arden en rabia y desilusión,
mientras miro ese espacio donde limita
las luces de la ciudad con la oscuridad serena
del cielo desierto.
¿Qué hice tan mal?, me siento miserable al darme
cuenta que no tengo quien escuche todas
mis lamentaciones sin criticarme.
Me descubro sollozando y preguntando
¿adonde pertenezco Dios?
Mis sentimientos son fuertes y puros e
inmensamente grandes,
¿pero de que me sirve todo esto,
si para esta sociedad sigo siendo insignificante?,
quiero vivir de esto para ayudar a los demás a soñar,
a creer que el mundo puede cambiar,
pero pensar de esta forma solo me trae criticas
ajenas sobre mi persona.
Tengo tanto miedo a fracasar,
pero no quiero ser otra sometida más al maldito dinero
por no haber intentado luchar por estos sueños.
Me siento tan sola en esto Dios…
Si pudiera hablar lo que pienso y
siento no tendría la necesidad de escribir,
no sería la miedosa que se esconde en su pieza
sin salir por miedo a vivir la realidad,
a conocer gente nueva y a socializar.
Te juro que quiero abrirme al mundo,
quiero dejar de sentirme rechazada por mis pares
por ser distinta, tengo tanto miedo a que se
burlen de mi cursilería…que ya no me atrevo ni
a demostrar mis sentimientos.
¿Qué culpa estoy pagando?
Ni siquiera recuerdo con rencor a alguien
que me haya lastimado, amo a mis prójimos
sin ni siquiera conocerlos, quisiera ayudar aquellos
que están amargados, entregándoles amor cálido
y sincero, decirle a las personas que conforman
este mundo que no sientan miedo de desnudar
el alma, que todos queremos ser amados y aceptados,
¡basta de las caretas y autodefensas!,
Seamos lo suficientemente humildes para aceptarnos
y tendernos la mano…o acaso ¿es malo pensar como pienso?,
en verdad ¿estoy loca?
¡Todos somos iguales!, hasta cuando por la mierda,
¿hasta cuando?
El dinero no nos hace mas ni menos personas.
Las clases sociales son solo etiquetas que nos
dividen de nuestros semejantes y nos reprime el poder
conocer distintas vivencias... Pero,
¿que le importa esto a los demás?
Y si les importa, ¿por qué no rompen el silencio?
Estoy tan triste papá…
¿y a quien le importo esta noche, más que a ti?,
¿dime si al menos alguien me recuerda o se pregunta
por mi?, mejor no digas nada papá,
yo se que ni me extrañan, pero estoy conforme
porque se que tu me amas,
y estarás siempre a mi lado vaya donde vaya,
sin criticarme, sin minorizarme por ser como
soy una pensadora errante, quizás una
sombra filosófica, pero ante ti me rindo,
te entrego mi corazón para que lo cuides,
lo abrigues y lo alimentes con tu amor.
¡Sáname te lo suplico!, si me hiciste tan distinta,
al menos dame una señal de lo que debo hacer,
y yo te seguiré, ¡pero no me dejes así!,
o es que ¿no notas como mi alma se deshace de tanta pena?
Perdóname por reclamarte tanto,
te agradezco infinitamente el que me hayas escuchado…
Aunque ahora me encerraré en mi pieza,
tan solo para llorar en tus brazos mientras me arrullas
con ternura.
Te quiero mucho papá, y que esta ultima lágrima
que resbale de mis ojos cerrados sea la hora
en que mi alma se encomiende a ti para deambular
por los sueños y lugares desconocidos
por los cuales me llevarás mientras
mi cuerpo cansado reposa entre las blancas sabanas.
Colaboración de Francisca Martínez
Chile