Cada
uno de nosotros tenemos un escondite,
en algún lugar muy profundo,
un
lugar dónde vamos para estar solos.
Para pensar, para estar solos, para ser
nosotros
mismos.
Este único lugar dónde
confrontamos
nuestros más profundos sentimientos.
Se convierte en el
refugio de nuestros deseos,
nuestras necesidades, nuestros sueños,
y aún
también de nuestros miedos.
El lleva la esencia de quienes somos
y de lo
que deseamos ser.
Pero entonces y ahora, así sea por ser escogido
o por
ser un designio,
alguien encuentra el camino hacia ese lugar
que
pensábamos que era solo nuestro.
Y nosotros le permitimos a esa persona ver,
sentir
y compartir todas nuestras razones,
toda la incertidumbre y las
emociones
que hemos guardado ahí.
Esta persona añade nuevas
perspectivas
a nuestro escondite.
Entonces muy despacio se acomoda
en
su propia esquina
de nuestro lugar especial.
Dónde un pedazo de él se
queda para siempre.
Y entonces llamamos a esta
persona,
AMIGO...
Anónimo